Durante la Perimenopausia, muchas mujeres experimentamos síntomas diversos: físicos, emocionales, cognitivos e incluso existenciales. Algunos son más conocidos, otros se manifiestan de forma silenciosa, inesperada o confusa. Lo que a veces nadie nos dice es que cada síntoma es más que una molestia: es una señal, una llamada del cuerpo a revisar el modo en que vivimos, cuidamos y nos relacionamos con nosotras mismas.
Hoy vamos a centrarnos en los síntomas físicos más frecuentes. No sólo para aprender a paliarlos, que también, sino para ir más allá: ¿Qué nos están diciendo?, ¿Qué parte de nuestra rutina, de nuestro ritmo, de nuestras prioridades necesita ser revisada?
Habitar este tiempo con conciencia implica no quedarnos sólo en el síntoma, sino abrirnos a su mensaje.
1. Insomnio: cuando el descanso se vuelve esquivo.
Muchas mujeres notamos que, llegada la noche, el cuerpo parece no querer descansar. Nos cuesta conciliar el sueño, tenemos despertares frecuentes o un despertar precoz sin posibilidad de volver a dormir.
¿Por qué ocurre?
La bajada de estrógenos y progesterona —ambas con efecto sedante y regulador del sueño— alteran el ritmo circadiano. Pero además del componente biológico, el insomnio suele revelar una acumulación de tensión no expresada. Durante el día vamos cumpliendo, resolviendo, sosteniendo. Por la noche, cuando todo se detiene, lo que no ha sido atendido emerge.
Qué puedes hacer:
Reduce estímulos al menos una hora antes de dormir.
Introduce una rutina nocturna: infusiones calmantes, lectura suave, estiramientos.
Escribe antes de dormir aquello que te preocupa o te ronda la cabeza.
Evita el uso del móvil o pantallas brillantes antes de acostarte.
Y sobre todo: pregúntate qué necesitas soltar. A veces el cuerpo no duerme porque aún se siente en alerta. El insomnio es una señal de que algo en tu día a día necesita más espacio, más presencia o más cuidado.
2. Sofocos: el cuerpo en llamas.
Esa sensación repentina de calor que sube desde dentro puede ser desconcertante. Llega sin previo aviso, a veces en mitad de la noche, a veces en el transcurso de una reunión importante, otras incluso en momentos de calma.
¿Por qué ocurre?
Los sofocos están relacionados con una mayor sensibilidad del hipotálamo a la fluctuación hormonal, especialmente del estrógeno. Pero también pueden intensificarse con el estrés, la falta de descanso o una vida demasiado acelerada.
Qué puedes hacer:
Lleva ropa por capas, transpirable y fácil de quitar.
Evita alcohol, café, picantes y comidas muy calientes si notas que lo agravan.
Aprende a respirar profundamente cuando empiece el sofoco: una respiración lenta puede ayudarte a regular la sensación.
Registra cuándo y cómo aparecen para detectar patrones.
Pero más allá del control:
El sofoco puede ser una forma intensa y visceral en la que el cuerpo pide parar. ¿Te exiges demasiado? ¿Hay poco espacio para ti en tu día a día? A veces, el calor interno es el reflejo de una sobrecarga emocional que necesita expresión.
3. Cambios en el ciclo menstrual: el desorden en el calendario.
Tu menstruación ya no responde a un patrón predecible. Aparece antes de tiempo, se retrasa, se vuelve más abundante o desaparece durante meses. Esta variabilidad desconcierta y, en ocasiones, angustia.
¿Por qué ocurre?
La perimenopausia se caracteriza por una ovulación irregular. El cuerpo aún intenta mantener el ciclo, pero las hormonas no siguen el mismo ritmo que antes. Esto se traduce en reglas diferentes, síntomas premenstruales más intensos o cambios inesperados.
Qué puedes hacer:
Lleva un registro de tus ciclos, aunque sean irregulares, para observar su evolución.
Ten siempre a mano lo necesario para esos sangrados sorpresa.
Ajusta tus actividades a tu nivel de energía: si estás en un momento de bajada, no te exijas más de lo necesario.
Cuida especialmente tu alimentación y tu descanso en los días previos a la menstruación.
Y pregúntate:
¿Qué significa para ti dejar de menstruar? ¿Hay duelos no nombrados? ¿Te permites atravesar esta etapa con tiempo y cuidado? A veces, los cambios del ciclo nos enfrentan con el paso del tiempo, la fertilidad, el cuerpo que cambia… y eso merece ser transitado con amabilidad, no con exigencia.
Ir de lo externo a lo interno
La Perimenopausia no es sólo una transición física. Es también una transformación profunda, un proceso de renovación interna. El cuerpo ya no responde como antes, y eso es una invitación a responder tú también de otra manera. A escucharte. A parar. A redefinir tus prioridades.
Cada síntoma trae una llamada. Y aunque muchas veces la primera reacción sea el rechazo o la incomodidad, una parte de nosotras sabe que este momento es importante, que no podemos seguir viviendo igual.
Tal vez sea hora de mirar dentro.
De preguntarte qué necesitas.
De empezar a cuidarte no como un acto aislado, sino con continuidad, día a día.
Tu cuerpo está cambiando.
Y tú también puedes cambiar con él.